lunes, 8 de agosto de 2011


- ¿Qué te pasa?- me preguntó.
- Nada.
- No me lo creo. No comes, no duermes, simplemente vives pero no eres tú, y no me gusta.- me contradijo.
- No tiene por qué gustarte.- No quería que se preocupara, no era su problema, sino el mío.
- No sabes lo que dices.
- Lo sé perfectamente.-  Le contesté.- ¿Sabes? Cuando alguien te pregunta si estás bien, realmente no quieren saberlo. Solamente es cortesía, respeto hacia el otro. Pero ningún interés.
- No es verdad. Yo me preocupo y de verdad, quiero ayudarte. Pero no puedo hacerlo sino me dices lo que pasa.
- Te lo diré si quieres. Pero no es algo de lo que enorgullecerse. No veo mi futuro contigo. Lo siento.- Nada más terminar ésta frase me levanté y me fui dando un ligero portazo con la puerta delantera. Era mejor rápido e indoloro.
No quería que se preocupara por mí, podía hacerlo yo sola. Y si con eso tenía que romper con él, lo haría. Para no herirle, para que me odie a pesar de todo, para que no sepa la verdad, para que no tenga que involucrarse.
Por él, he mentido. Es que no puedo herirle, no me lo perdonaría. Y es una de estas situaciones en las que intentas elegir la mejor opción y siempre saldrás perdiendo. 
¿Sabéis qué es realmente lo que me pasa? Que no voy a permitir que mi corazón dicte las reglas de mi vida.

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